LA ADORACIÓN, ANTESALA DE LA INTERCESIÓN

Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 12,19).

1. LA ADORACIÓN, ANTESALA DE LA INTERCESIÓN.
La oración de intercesión toca el corazón de Dios. Para esto es necesario también acercarse de corazón a Dios, dejando atrás todo aquello que de algún modo pueda ser obstáculo para entrar en su presencia: hay que acercarse a él con corazón limpio de pecado, pero también desde la posición correcta de criaturas. Esta posición corresponde a la adoración, en la que todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, se prosterna humilde ante el Altísimo, después de habernos acercado a él con pasos de conversión, de acción de gracias y de alabanza. La adoración nos sitúa en el lugar apropiado para los intercesores, desde el cual podemos dirigir a Dios nuestras súplicas en sintonía con su corazón.

2. POR LAS CONCIENCIAS.

La conciencia moral, con la capacidad del discernimiento del bien y del mal, es una instancia del alma humana donde el Espíritu de Dios inspira lo correcto, su voluntad. Cuando el pecado nos entenebrece y resistimos al Espíritu, nuestra conciencia se vuelve insensible a sus mociones, y ni siquiera su llamada a la conversión consigue resonancia en nuestra vida, llena de inmundicia y pecado, convirtiéndonos en ciegos espirituales y personas de corazón duro, de piedra. Así, las conciencias fácilmente enferman con el cáncer de la falta de temor de Dios y la falta de conciencia de pecado. Si en el pasado algunas tradiciones humanas guiaron a muchos, por poseer una conciencia estrecha, a sufrir escrúpulos y sentirse continuamente bajo el peso de la acusación, la deformación más usual actualmente es la contraria, anulando la convicción de pecado por querer desterrar la conciencia de pecado, ensalzando la libertad personal sin ninguna referencia a la responsabilidad por nuestros actos. Es lo que se llama una conciencia laxa o ancha, una manera de conciencia deformada, frecuentemente por no haber sido correctamente formada.
Argentina ha vivido grandes transformaciones sociales en los últimos lustros. Se ve claro cuando analizamos y comparamos las mentalidades de las últimas generaciones. Esta transformación de la forma de pensar, comportarse y vivir de las personas no es casual. Han influido muchos factores, pero uno de los más decisivos ha sido la formación de las conciencias. La conciencia, esa instancia íntima de cada persona, necesita ser formada y educada para desarrollarse. Quienes en generaciones pasadas ejercían esa función recientemente en muchos casos han abdicado de su responsabilidad (familia, padres, pastores, educadores), en aras de la nueva idolatría de una libertad mal entendida, pues la verdadera libertad para escoger incluye conocer el bien y la verdad y estar formado sobre las consecuencias de nuestras elecciones. Por otro lado, el que se haya entregado las conciencias de nuestros niños y jóvenes a la exposición acrítica a la influencia de los medios de comunicación ha traído, en general, consecuencias muy negativas. Por consiguiente, una generación entera ha visto deformada su conciencia por los mensajes manipuladores y efectistas de la propaganda, que es lo que en muchos casos han usado los medios de comunicación, al servicio de los intereses de turno.
Sólo así podemos entender la creciente falta de respeto al prójimo y la frecuente incapacidad para ponerse en el lugar del otro y comprender su sufrimiento, la generalizada irresponsabilidad cívica, social y política, el egoísmo extremo que lleva a cerrar los ojos ante el crimen del aborto e incluso ver como algo bueno la eliminación de los niños no deseados, bajo mil pretextos torpes e irracionales, o la vanalización de la promiscuidad sexual y las relaciones prematrimoniales, o la reciente moda de considerar la homosexualidad como una “opción” legítima y buena, contra la propia naturaleza humana y contra la ley de Dios.
Es tiempo de clamar misericordia a Dios y de que los intercesores nos pongamos en la brecha por las conciencias de nuestros conciudadanos.
Fundamento de la Palabra de Dios:
• La conciencia es la primera instancia de la revelación de Dios, que se dirige al corazón del hombre y nos habla desde la conciencia: “Bendigo al Señor que me aconseja; aun de noche mi conciencia me instruye” (Sal 16,7).
• En ella somos conocidos por Dios y quedan patentes ante él nuestros deseos, motivaciones y actitudes, sobre todo nuestra sinceridad: “Escrútame, Señor, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y mi corazón” (Sal 26,2).
• También es una instancia a quien rendir cuentas de nuestras decisiones y actos, pero más aún a Dios y por encima de nuestra conciencia, pues “Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo” (1 Jn 3,20).
• Por ello, nuestra conciencia y el Espíritu Santo son quienes nos pueden dar testimonio de nuestra sinceridad o falta de ella. Dice Pablo: “Digo la verdad en Cristo, no miento, -mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo-” (Rm 9,1).
• Porque somos libres y responsables de nuestros actos, tenemos una conciencia moral y Dios se dirige a su pueblo en estos términos: “te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia” (Dt 30,19).
• Pero contra la sinceridad, pervirtiendo su conciencia, y contra la ley de Dios, los hombres se rebelaron escogiendo lo errado. Una y otra vez, los profetas se lo hacían ver, y en nuestros días el Espíritu Santo finalmente viene a convencer a todo hombre de pecado. Pero muchos lo resisten. Esteban decía a los judíos: “¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo!” (Hch 7,51). Actuando los hombres así, “su mente y conciencia están contaminadas. Profesan conocer a Dios, mas con sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda obra buena” (Tt 1,15-16).
• Corrompiendo sus conciencias, la perversión fue en aumento: “porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos […] Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen” (Rm 1,21ss).
• No sólo eso, sino que los que así viven difunden sus engaños: “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas, por la hipocresía de embaucadores que tienen marcada a fuego su propia conciencia” (1 Tm 4,1-2).
• Pero si la ley no fue suficiente para salvar de la corrupción a la humanidad, “¡la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!” (Hb 9,14). Y “el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la Resurrección de Jesucristo” (1 P 3,21) nos alcanzará la regeneración que anhelamos.
• Por gracia de Dios somos salvos de la conciencia vieja, si nos arrepentimos y somos purificados por la sangre de su Hijo: “me esfuerzo por tener constantemente una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres” (Hch 24,16). Ahora es posible poseer “un corazón limpio, una conciencia recta y una fe sincera” (1 Tm 1,5), y estar “seguros de tener recta conciencia, deseosos de proceder en todo con rectitud” (Hb 13,18).
• La palabra de Dios y el Espíritu Santo son la luz que necesitamos para iluminar nuestra conciencia y dotarla de sabiduría y discernimiento. Trae cuenta edificar nuestras vidas sobre la base firme y sólida de los criterios de la palabra de Dios, a la luz del Espíritu Santo: “el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa” (Jn 16,13). Y así: “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31-32).
• Se cumple de este modo la promesa de Dios: “yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 12,19).
3. PALABRA INSPIRADA

En relación con la oración de intercesión del mes pasado (por las mentes confundidas), algunos intercesores nos han hecho llegar las siguientes palabras inspiradas que damos a conocer:
• Al pedir al Señor que toque las mentes confundidas, unos ángeles encargados para esto se han puesto en movimiento para esta misión. Han esparcido una especie de incienso, y todos aquellos que lo han respirado han sentido que una nueva luz les envolvía. Se cree entender que se han despertado sus conciencias. El Señor nos pedía que le diéramos gracias en fe por esto.
• Esas mentes están confundidas porque nadie les da luz. La Iglesia no da suficiente luz. Hay que orar mucho por la Iglesia para que estas mentes sean sacadas de la confusión.
• Hay mentes que siguen en la confusión por la tibieza y rutina de los adoradores e intercesores. Sed luz, no seáis piedra de tropiezo.
• Pedid a mi Espíritu que preserve de todo engaño y confusión vuestra mente. Mantened vuestra luz sobre el celemín para alumbrar otras mentes, porque si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?
• Vosotros, mis adoradores e intercesores, luchad contra los criterios de mundo, alimentaos de mi Palabra; venid a mi Luz porque si vuestras mentes no están en sintonía con mi Espíritu no podéis llevar libertad a los demás. Vosotros sois la luz que debe iluminar estas mentes; pero, para ello, debéis permanecer a mis pies.
• Hay un fuerte ejército de mundanalidad que quiere entrar en las mentes de los intercesores para confundirlas. Debemos estar siempre atentos y no abrir ninguna rendija al mundo. Es un enemigo muy peligroso que quiere confundir nuestras mentes.
• Hay que interceder mucho por las mentes de los gobernantes de España, ya que, a través de ellos, se esparce la confusión por las mentes de los ciudadanos, incluso cristianos.

27-7-2008